Forestalia: el ascenso empresarial que expone las élites y las puertas giratorias del poder
En apenas una década, Forestalia pasó de ser una empresa desconocida en Zaragoza a convertirse en un gigante de las energías renovables en España. Pero su meteórico ascenso destapa una historia que refleja cómo funcionan las élites económicas y políticas: fichajes de ex cargos públicos, denuncias por irregularidades y un sistema que favorece a quienes tienen los contactos correctos.
De la carne a la energía: la reconversión de una élite familiar
La empresa nace en 2011 de la mano de Fernando Samper, heredero del Grupo Jorge, uno de los gigantes del sector cárnico aragonés. Cuando las diferencias familiares lo apartaron del negocio tradicional, Samper encontró en las renovables una nueva oportunidad de acumulación de capital.
El punto de inflexión llega en 2016, cuando se adjudica más de 400 MW en la primera subasta ministerial, posicionándose como competidor directo de las grandes eléctricas tradicionales. A partir de ahí, la compañía encadena éxitos hasta acumular más de 1.500 MW de energía eólica y cerca de 500 MW de fotovoltaica.
El negocio de los contactos políticos
Lo más revelador del caso Forestalia no son sus números, sino cómo los consiguió. La empresa fichó a una serie de ex altos cargos del Gobierno de Aragón que conocían perfectamente los entresijos de la planificación energética:
Julio Tejedor, mano derecha del expresidente Lambán; Alfredo Boné, histórico dirigente y ex consejero de Medio Ambiente; y Luis Marruedo, con cargos en diferentes gobiernos. Estas contrataciones alimentaron las sospechas sobre las famosas "puertas giratorias" entre el poder político y económico.
Irregularidades que huelen mal
Las acusaciones contra Forestalia incluyen el supuesto fraccionamiento de proyectos en expedientes de menos de 50 MW. Esta estrategia permite que las autorizaciones queden en manos del Gobierno de Aragón y no pasen por el Ministerio, facilitando los trámites.
La presión social desembocó en una comisión de investigación en las Cortes de Aragón que, curiosamente, finalizó sin detectar irregularidades. Mientras tanto, el Gobierno tuvo que contratar a tres consultoras que previamente habían trabajado con Forestalia para "desatascar" el volumen de proyectos renovables.
El modelo extractivo se expande
Forestalia no se conformó con la energía. Cerró un acuerdo con la china CGE para desarrollar 1.000 MW destinados a abastecer la gigafactoría de baterías de Stellantis y CATL. Además, presentó un proyecto de centros de datos por 12.000 millones de euros, la segunda mayor inversión en la historia de Aragón.
Este modelo de crecimiento refleja cómo las élites económicas se adaptan a los nuevos sectores "verdes" sin cambiar sus prácticas extractivas ni su relación privilegiada con el poder.
Las sombras del poder
El caso se complica cuando el nombre de Forestalia aparece en el "caso Cerdán". Según informaciones, Antxon Alonso y Santos Cerdán gestionaron para que el grupo obtuviera autorización medioambiental para construir una autopista eléctrica de 270 km entre Aragón y el País Vasco.
Forestalia representa el emblema de una "burbuja renovable" que, bajo la bandera del progreso ecológico, reproduce los mismos vicios del capitalismo tradicional: concentración de poder, aprovechamiento de contactos políticos y explotación de recursos territoriales.
La transición energética es necesaria, pero casos como este demuestran que sin cambios estructurales, solo cambian los dueños del negocio, no el modelo que perpetúa las desigualdades.