Un laberinto de miles de piedras apareció en India y desafía la historia oficial
En los pastizales de Boramani, cerca de la ciudad de Solapur, los arqueólogos se encontraron con algo inesperado: un patrón circular perfecto, formado por miles de piedras colocadas con una precisión que descarta cualquier origen natural. Durante generaciones, esta estructura permaneció oculta bajo la hierba y la tierra, confundida con el paisaje común.
Cuando el equipo comenzó a limpiarla y documentarla, quedó claro que no se trataba de un simple círculo ritual. El conjunto forma un laberinto de 15 anillos concéntricos, con un único recorrido sinuoso desde la entrada hasta el centro, ocupando un área de aproximadamente 15 por 15 metros. Es el laberinto circular más grande documentado hasta ahora en la India.
Un diseño que conecta culturas milenarias
La palabra "laberinto" suele evocar trampas y bifurcaciones, pero en la antigüedad el concepto era distinto. Estas estructuras tenían un solo camino, sin opciones de pérdida. Eran símbolos, marcadores o espacios rituales más que rompecabezas para confundir.
El de Boramani ha sido bautizado como chakravyuh, un término sánscrito que describe un patrón espiral con significados tácticos y espirituales en la tradición india. Sin embargo, lo que más llamó la atención de los investigadores no fue su nombre, sino su forma: el diseño guarda un parecido notable con los laberintos grabados en monedas romanas de la antigua Creta.
Evidencia de un comercio global temprano
La datación preliminar sitúa la construcción del laberinto entre los siglos I y III d.C., un período crucial que coincide tanto con el apogeo de la dinastía Satavájana como con el momento de mayor intercambio comercial entre la India y el Imperio romano.
En ese contexto, la cercana ciudad de Ter era un nodo comercial estratégico. Desde allí partían caravanas que transportaban especias, seda e índigo hacia los puertos del mar Arábigo, mientras llegaban a la región oro, vino, cerámica y objetos de lujo romanos.
Según el arqueólogo Sachin Patil, quien dio a conocer el hallazgo, el laberinto podría haber funcionado como un marcador de ruta, una señal visual reconocible para los comerciantes que se internaban desde la costa hacia el interior del subcontinente.
Un patrón que se repite en la región
El laberinto de Boramani no aparece aislado. En las últimas décadas se han documentado estructuras similares, aunque más pequeñas, en los distritos de Sangli, Satara y Kolhapur, todos alineados con antiguos corredores comerciales.
Además, la región ya había ofrecido pistas sorprendentes. En 1945, en Bramhapuri, se hallaron una estatua del dios grecorromano Poseidón y un espejo de bronce pulido, objetos difíciles de explicar sin contactos directos o indirectos con el Mediterráneo.
Conservación vs. investigación
Paradójicamente, el aislamiento que ocultó el laberinto durante siglos es lo que permitió su conservación. Boramani se encuentra en una zona de pastizales protegidos, hogar de especies sensibles como la avutarda india, además de zorros, lobos y aves migratorias.
Ese mismo entorno plantea ahora un desafío: cómo estudiar y preservar la estructura sin dañar el ecosistema. Los arqueólogos trabajan con métodos no invasivos y levantamientos topográficos detallados.
Por ahora, nadie afirma que el laberinto sea "romano" en sentido estricto. La hipótesis más cauta es que se trate de una creación local influenciada por ideas, símbolos o necesidades prácticas surgidas del contacto con comerciantes extranjeros.
Los detalles del estudio serán publicados en 2026 en Caerdroia, una revista británica especializada en laberintos históricos. Miles de piedras alineadas con paciencia hace dos mil años sugieren algo que la arqueología confirma una y otra vez: el mundo antiguo estaba mucho más conectado de lo que solemos imaginar.